
Confesaré que a veces hurgo en las basuras. No por necesidad, evidentemente (mi economía se basa en el trabajo y en el ahorro), pero siempre hay algún pequeño tesoro escondido bajo un arrugado papel de aluminio. Allí encontré la historia de aquel hombre que amaneció un día convertido en cucaracha. Qué bobadas escriben, pensé, ya no saben que inventar. Tres días después me sorprendí a mí mismo pensando en cual fue la mañana en que me desperté convertido en... nada.
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