Es la supuesta naturaleza divina del espíritu santo lo que más me intriga del asunto de la santísima trinidad. Me intriga incluso más que la pregunta de mi mujer sobre si el orgasmo es algo exclusivamente masculino.
El viaje de vuelta, después de dar cristiana sepultura al cadáver de mi suegra, lo hicimos callados. Mi mujer sollozaba y el Renault 5 traqueteaba. Al llegar a Barcelona decidimos romper con toda norma establecida y comer fuera de casa. El “Jardín Oriental”, con sus especialidades chino-catalanas, estaba desierto. Después del rosado fresquito de la casa mi mujer empezó a mostrar mejor cara. Y después de los chupitos de licor de dragón el concepto de muerte dejó de parecernos algo tan trágico. Como diría el padre Elías (ahora desterrado a una misión en el Caribe por un feo asuntillo de braguetas): “trágica es la programación televisiva, hijo, más no la muerte. La muerte es la vida en Dios. Ven que te lo explique mejor, lindo mancebo”.
Mi sobrino el satánico es un alma atormentada. Y no sin razón, pues fue bautizado (sí, bautizado) con el nombre de Jesús (sí, Jesús). Y ojalá acabaran ahí sus penas, pues para su desesperación es clavadito a... Nacho Cano (sí, Nacho Cano). Mi sobrino es un alma en pena.
Me llama mi mujer. Desde Manresa. - Josep, la mare s’ha mort. La madre. La madre de mi madre. Dios la ha llamado junto a su seno. Se la ha llevado la negra parca. La ha espichado. Fiambre total. El muerto al hoyo, el vivo al bollo. A cada cerdo le llega su San Martín. Más tiesa que la mojama. Polvo somos y en polvo nos convertiremos. Sólo se van los mejores. Bona nit i tapa’t. - Josep ¿has bebido?