Si he de hablar de las bajas pasiones he de hablar de las señoronas que piden cuatro perras el día del cáncer. Tras las mesas petitorias, embutidas en esos trajes de fino y aristocrático corte y de un tergal que tan sólo he podido entrever en alguna cafetería de Madrid. Exudando sensualidad por todos los poros de su cuerpo, embriagando la ciudad con el Channel Nº 5 que compran en El Corte Inglés después de merendar en el Sandor, haciendo sonar las huchas de calderilla como Esmeralda las castañuelas ante la catedral. Reconozco mi falta y su tufo pecaminoso, pero en mi descargo diré que también los hay que se miran a los burros con ojos golosos.
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