
Y hete aquí mi mazmorra y mi cielo durante más de cuarenta y cinco años. ¿Puede existir alguna forma más cómoda de enterrarse en vida? Es aquí donde he tomado cada día la sopa tibia de la rutina. Desde donde he escapado a las pasiones de la vida que acecha ahí afuera, a los escotes rojos, a la piel perfumada, a los cruces de miradas furtivos... hasta que un día apareció la máquina de coser eléctrica.
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