
Corrió el rumor por el barrio de que mi mujer estaba liada una temporada con el encargado del supermercado cercano a casa, un pelanas rubio, alto, fuerte y con un nomeolvides de plata en la muñeca izquierda. Pero los rumores son solo eso, rumores. Y la cara de felicidad que ella estuvo luciendo casualmente durante aquella época es fácilmente achacable al aumento del volumen de beneficios que el comercio registró por aquella época. Y punto.
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