
Y si no se hubiese roto el cuello al caer por las escaleras del gallinero, tal día como hoy mi abuela hubiera cumplido 127 años. La recuerdo en el patio de su casa, en Vallirana, apoyada en una morera y escupiendo huesos de cereza al jardín del vecino. Se me quedaba mirando fijamente durante varios minutos y acababa diciendo: “hay que ver lo listo que es este chico, sólo le falta hablar latín”. Claro que también se quedaba mirando a su gato y también decía eso de: “hay que ver lo listo que es este gato, sólo le falta hablar latín”.
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