
Después de una partida de dominó y unos vermús mañaneros a mi estomago se le antoja algo de comida basura de tamaño familiar. Antes me acerco hasta la bodega de la esquina y con una botella de tintorro bajo el brazo vuelvo a casa. Con todo ello en el estomago me quedo traspuesto en el sofá. En mala hora, pues a los cinco minutos me encuentro navegando en un trasatlántico que hace aguas. Las mujeres y los niños lloran, los hombres se agarran a los pies del arcángel san Gabriel en un desesperado intento de salvar sus almas. Yo corro desnudo por cubierta buscando mis calzoncillos, mientras por megafonía Celine Dion alegra los corazones de los que vamos a cenar iceberg.
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