
El abrigo rojo lo asocio a paseos sin prisas, a relajadas escuchas de casetes de Nat King Cole, a latas de Coca-Cola con los pies en el sofá, a días de bendito desaseo, a telepizzas y partidos del Barça.
Me cruzo con mi mujer en el pasillo. Lleva una maleta en la mano y el abrigo rojo abotonado hasta arriba.
- Mi madre está enferma y, si todo va bien, volveré dentro de una semana – me dice.-
Que dios la bendiga - le contesto.
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