
Satán y Belcebú son los chuchos que desde hace tres años guardan el negocio de los amigos de lo ajeno. Y a pesar de lo que pueda parecer fui yo, y no mi sobrino satánico, quien los bautizó de esta manera en la creencia de que dichos nombres terribles imprimirían carácter fiero a los canes. Pero mi mujer a Satán le llama Cuqui. Y a Belcebú le llama Chuchi.
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