
Andamos por callejuelas. Piedra, piedras, muchas piedras. Muros de piedra serpenteantes y tal. Oímos que un ¡Buenos días! sale del alfeizar de uno de los muros. Un hombre nos mira desde lo alto. Pelo corto y cano. Cara redonda con surcos profundos como grietas en la piedra. Y una camiseta amarilla, sucia y tiesa, de la selección brasileña de fútbol.
- ¡Buenos días! – nos saluda como si nos conociese de toda la vida.
- Hola.
- ¿Son ustedes españoles?
- Ps-sí...
- ¿Extranjeros? Du yu espic inglis?
- No, de Barcelona.
- ¡Barcelona! ¡Oh, Barcelona! ¿Hablan catalán?
- És clar
- ¡Oh!, ¡yo también hablo catalán! Ahora me voy a lavar y a afeitar, ¿sabe? Hay que lavarse y afeitarse, si no hueles mal y asustas a la gente. Si vas afeitado y lavado puedes conversar con los demás... charlar ¿sabe?.
- Sí, claro.
- Ahora me voy a lavar y a afeitar, para estar limpio.
- Claro, adeu. Bon dia tingui!
- Adeu, adeu, adeu, adeu, adeu!
Y en su platillo volante marcha hacia el espacio sideral, hacia Raticulín quizás.
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